El sorprendente mundo de Sandro...

El sorprendente mundo de Sandro...

10 de junio de 2011

Relatos de Sandro

En esta nueva etiqueta, llamada "Relatos de Sandro", voy a transcribir recuerdos contados por el mismo Roberto Sánchez, que nos darán una idea más profunda de su personalidad y su forma de sentir y pensar en distintas épocas de su vida.
En esta ocasión, por ser la primera de estas publicaciones y a modo de presentación, transcribo la experiencia vivida por Mariano del Mazo, autor del libro "Sandro, el fuego eterno".


“Cuando tengo jean me comporto como si tuviera un smoking; cuando me pongo un smoking, me comporto como si tuviera un jean”.

La frase la escuché de su boca en el invierno de 1993, en el camarín del Cine-teatro Mayo de San Miguel. Eran ya las cuatro de la mañana: Sandro no paraba de tomar gin en un cáliz color cobre y no paraba de llenar mi copa de champagne francés. “Bienvenido al Madison Square Garden”, me había dicho cuatro horas antes, cuando ingresé a ese camarín de tres por tres, sillas raídas, espejos viejos y un florero con rosas. Yo había ido hasta San Miguel a cubrir para el diario Clarín uno de los conciertos suburbanos con los que solía preparar su desembarco en la Avenida Corrientes. Sandro estaba probando el show 30 Años de Magia, que en semanas estrenaría en el Teatro Gran Rex. Verlo cantar ahí, un día de semana, fue una experiencia memorable: las fans ardían y él se movía como un viejo hechicero. Era un miércoles o un jueves, la Selección Argentina dirigida por Alfio Basile estaba a punto de coronarse Campeón de América y en San Miguel caía una escarcha pesada. El teatro estallaba, habían agregado sillas en los pasillos. Vi a esas mujeres maduras, rejuvenecidas durante el extraño ritual con tanta parodia como erotismo en estado de pureza. Vi corpiños al aire. Vi a un titiritero excepcional. Vi uno de los mejores shows de mi vida.
Los años que pasaron fueron fortaleciendo la sensación de aquella noche inverosímil. Lo entrevisté y lo escuché en vivo muchas otras veces. Traté de revelar el lado oculto, indagué su éxito, me compré discos maravillosos y pésimos, vi sus películas y leí abundantes artículos de sociología barata que en aquellos destemplados años menemistas intentaban explicar el fenómeno. Di vueltas por Valentín Alsina, me visitaron fans al diario y en la última época me consterné ante su salud endeble, su declive progresivo. Tomé distancia como pude y consideré que Sandro, el relato de Sandro debía ser hecho en vida.

Ninguna biografía abarca una existencia. Los datos pueden ser más o menos certeros, más o menos rigurosos. Pero una vida es otra cosa. Deshilachados en ese invento de superhéroe que él mismo patentó -Roberto Sánchez, el hombre; Sandro, la máscara-, ahí a mano, en Youtube, se pueden vislumbrar las decenas de rostros que lo cubren: el recitador expresivo, el performer extraordinario, el opinólogo impulsivo, el Adonis sexual, el vendedor de fantasías, el rockero, el baladista, el decidor crepuscular…

Creo que los artistas son mentirosos absolutos que tratan de convertir el artificio en verdad, y que se les va la vida en el intento. Creo también que la verdad es una categoría del sufrimiento y de la belleza. Y creo que Sandro es un artista extraordinario.
Sin embargo, algo permanece inexpugnable: El misterio. Este libro es un acercamiento a ese misterio.

Mariano del Mazo
Buenos Aires, julio de 2009


Fuente: Libro “Sandro, el fuego eterno”