El sorprendente mundo de Sandro...

El sorprendente mundo de Sandro...

24 de abril de 2011

Curiosidades


La Cueva de Sandro

Cuna del rock nacional argentino

Buenos Aires, Argentina. Primeros años de la década del 60: usar minifalda era ser una perra prostituta y mostrarse con pelo largo por las calles era motivo suficiente para caer detenido por la policía. Es decir, la cosa estaba bastante difícil, y eso que todavía no había venido lo peor de lo peor, de la mano del proceso de “reorganización nacional” con Rafael Videla a la cabeza.

Pero ante la adversidad surgen los mejores retos y es donde se inflan las mejores ganas. La cosa, desde la “prepotencia de trabajo”, nunca estará perdida.Y fue así que por los primeros años de la década -1963- surgió como una pompa de jabón el gran boliche mítico conocido como “La Cueva”. Pero, como toda pompa, fue desvanecida a los pocos años por la dictadura instaurada por la autodenominada “Revolución Argentina”, una recua de milicos sucedida en la presidencia  por los Generales  Onganía, Levingston y Lanusse.

“El exceso de pensamiento es lo que conduce a los chicos a la droga.” Argüía desde un total descalabro argumentativo un alto jefe policial en una de esas tantas requisas sin sentido características de aquella época.

Lo que no se sospechaba fue que en el poco tiempo que duró La Cueva, bastó y sobró para componer el movimiento rock de Argentina. Es decir: desde La Cueva fue donde tomó forma y color el primer paso de lo que luego sería, por siempre, aquello que se denomina “rock nacional”. La conjunción y el híbrido superpuesto desde aquel boliche sucio y húmedo, inserto en las catacumbas de un pequeño comercio –hoy ya desaparecido- , fue la paleta donde se amalgamaron los colores que explotaron para dar identidad a un suceso casi inédito en el mundo, pues fuera de Brasil, ningún otro país latinoamericano pudo fortalecer el fenómeno rock de forma autónoma, con identidad propia. Lo mismo sucede si miramos a Europa fuera de Inglaterra.
Av. Pueyrredón 1723, Capital - Buenos Aires

Sin la conjunción de aquellos músicos, poetas, artistas plásticos, locos y marginales de toda calaña, el rock argentino hubiese estado limitado a una chusca copia de la mala calidad del rock sajón.

El comienzo de la aventura estuvo propiciado por la intención primera de difundir la explosión que significó para los músicos locales el jazz de pos guerra. Un trompetista conocido como Cáceres, animado con esa historia, alquila el por entonces pequeño inmueble ubicado en Pueyrredón 1723. Aquél incipiente boliche es bautizado como “La Cueva de Pasrotus”. Fue entonces que Roberto Rosado, dueño del local, vislumbra cómo desde un pequeño lugar es posible cosechar ganancias. De allí en más, el mismo Rosado es el que pasa a hacerse cargo del boliche. Trata de configurar un staff estable de músicos, pero no lo logra. Nunca se sabía quién iba a estar esa noche hasta última hora. Producto de esta desorganización La Cueva se encontraba en claro declive. Pero desde el parroquiano público, habitués del lugar, se acercan al dueño dos muchachos jóvenes, por entonces: uno, Roberto Sánchez, también conocido como “Sandro”. El otro: Giuliano Canterini, alias “Billy Bond”. Le piden regentear el boliche, y con ello, estructurarlo de modo que allí surja, desde la total oscuridad, el incipiente y embrionario rock tocado en las pampas.

La cosa se dio. Casi todos los próceres del rock vernáculo pasaron por allí: Moris, Tanguito, Litto Nebbia y Los Gatos, Javier Martínez, Pajarito Zaguri y los primeros Abuelos de la Nada, entre otros.

El caldo de cultivo se condensó en aquel lugar. El primer impulso para cantar rock en castellano fue dado desde el puntapié iniciático de aquél pedazo de universo escondido del mundo horrible, ejecutado desde los piolines de la dictadura pacata y la moral hipócrita del poder de turno.

Pero la represión no tardó en entrar en aquel raro cenáculo incomprensible para los tristes oficinistas y menos aún para los policías. Cuenta Horacio Martínez –el primer mánager del rock nacional, según la leyenda- : ” Una noche nos enteramos de que venía la cana y cuando llegó se encontró con 14 tipos arriba del escenario. Es que los músicos con la excusa de que estaban trabajando podían salvarse de que los llevaran”.

A partir de 1966, en plena dictadura de la Revolución Argentina, la policía comenzó una feroz arremetida contra La Cueva, ya sean sus propietarios, sus artistas o el propio público. Los allanamientos y procedimientos de Moralidad y Toxicomanía se sucedieron hasta el hartazgo. Según se dice, Litto Nebbia tenía el récord: en un mes, veintiuna detenciones.

En otoño del 67, una de las últimas: se oyeron dos detonaciones en La Cueva y se vio que un denso humo invadía el sótano. Al salir, el público se encontró con que afuera los estaban esperando el cuerpo de bomberos de la zona y las cámaras de TV de Canal 7, donde un locutor describía “las orgías” que se llevaban a cabo en ese “antro juvenil de perdición y depravación” que Buenos Aires sufría “como un cáncer”.

Fue hasta ese año que, tras numerosas causas penales y contravencionales, un magistrado decidió dictar la clausura definitiva del lugar. Lo que ellos denominaban como un cáncer fue cerrado. Nunca más volvió a funcionar. El lugar pasó a ser un comercio de reparación de electrodomésticos, luego, las instalaciones pasaron a ser demolidas. Actualmente en Pueyrredón 1723 se levanta un elegante y alto edificio.

Contó Sandro, en una oportunidad, que una noche en La Cueva se encontró con Litto Nebbia, y éste le dijo: “Che, loco, ¿qué te parece este tema?”  Entonces Nebbia le pasó una canción apoyado en el guardarropa, con la guitarrita. “Mirá, no está mal, -le contestó Sandro- pero no creo que funcione”. Luego de la anécdota Sandro aclaró: “Opinaba usando mi sentido comercial, claro. Lo que me había hecho escuchar era La Balsa”.

Tal vez así como Sandro no se dio cuenta en esa oportunidad, aquellos mercenarios del recato farsante no se dieron cuenta, tampoco, de que allí se estaba cocinando el gran brillo que iba a catapultar para siempre todo un universo instalado -hasta la fecha- conocido, nombrado y gozado como “rock”. Rock en Argentina.


Fuente: Rock 'N Ball